Desde sus orígenes, el notario, ha sido una pieza básica dentro de las sociedades democráticas y de la economía de mercado, al ejercer su labor como funcionario público garante del ejercicio de las libertades individuales y patrimoniales, en cualquier situación, incluso frente a los poderes públicos.
La figura antigua y más similar al notario fue, probablemente, la del escriba egipcio que redactaba los documentos del Estado y en ocasiones también los de particulares. Estos escritos solo eran válidos si portaban el sello de un sacerdote o magistrado de jerarquía similar.
Sin embargo, los antecedentes directos del notario pueden observarse en la figura del “singrapho” griego y el “tabulario” romano. A raíz de estas figuras comenzó a desarrollarse una profesión que tendría su origen como tal en el siglo XII, en la Universidad de Bolonia. Las bases del Notariado científico se sintetizaron y difundieron por toda Europa a través de la “Summas artis notariae” de Rolandino. Este famoso jurista italiano era un maestro del arte de notario de la Universidad de Bolonia y se convirtió en uno de los más prestigiosos juristas medievales, siendo la máxima autoridad en la ciencia y la técnica del documento notarial, renovando los formularios con rigor científico.
En el siguiente artículo analizaremos la historia del Notariado en nuestro país y cómo ha evolucionado hasta la actualidad, desgranando todas las características y cambios que ha sufrido nuestra profesión.